Báscones de Ojeda

SITUACIÓN

La ciudad de Herrera de Pisuerga, reconocimiento obtenido el 29 de abril de 1902 por R.D. de la Reina Regente María Cristina, se localiza al Este de la provincia de Palencia, a 840 m. de altitud, en el mismo borde de la provincia de Burgos, a orillas del Pisuerga y el Canal de Castilla.

No seríamos originales si definiésemos a Herrera de Pisuerga como localidad privilegiada en cuanto a su ubicación y localización geográfica, pues ese potencial ya fue advertido por todo el trasiego de pueblos que la habitaron desde la más remota antigüedad.

Su largo devenir histórico ha estado muy relacionado con su estratégica posición, pues su núcleo urbano se localizó en un altozano desde el que se domina la confluencia de los ríos Burejo y Pisuerga, en una de las vegas más fértiles de la provincia. Modernamente, este potencial hidrológico quedó reforzado con el trazado del Canal de Castilla, que abrió nuevas posibilidades para su desarrollo económico.

Herrera se encuentra a 61 Km. de la capital provincial, 132 de Santander, 68 de Burgos y 110 de León. Ha sido desde siempre un importante nudo de comunicaciones, especialmente hacia el cantábrico, ya que se configura como una de las últimas etapas del viajero que desde la meseta quiera adentrarse en la cordillera cantábrica en dirección a los puertos del Norte.

Así lo vieron ya los antiguos romanos, que desde aquí trazaron el origen de importantes calzadas y vías que comunicaban la antigua Pisoraca hacia el Norte y el Sur:

1 Hacia el Norte

  • A Suances, Portus Blendium
  • A Castro Urdiales, Flaviobriga

2 Hacia el Sur partían las vías que comunicaban con Sasamón, Saldaña, etc.

En época moderna son frecuentes las crónicas que nos hablan de Herrera como punto obligado de descanso de los viajeros que iban o venían de los puertos del Norte, quizá las más importantes son las que hacen referencia a las estancias de Carlos V en 1517 y 1522 en dos momentos trascendentales de su vida, cuando vino a España por primera vez y a su regreso de Alemania tras coronarse emperador. Su primer viaje quedó reflejado en la crónica del belga Laurent Vidal:

(…) no me acuerdo haber visto en toda Castilla, aparte Tordesillas, lugar más agradablemente situado, porque estaba en lugar alto y desde varios sentidos se veía un hermoso terreno de praderas hasta donde llegaba la vista.

Herrera nunca perdió su carácter de núcleo bien comunicado, hoy transcurren por sus inmediaciones:

  • La carretera Nacional 611 a Santander.
  • La comarcal 627 a Burgos
  • Tiene estaciones de: ferrocarril, en la línea Palencia – Santander, y de autobús, que la enlaza con los principales núcleos provinciales y regionales.

HABITANTES

2.074 a 31 de diciembre de 2006.

HISTORIA

La ocupación humana del entorno herrerense está ampliamente atestiguada desde época paleolítica, periodo al que corresponden abundantes restos hallados en San Quirce del Río Pisuerga o en la terraza del castillo, en plena localidad. Si bien es posible trazar prácticamente toda la secuencia del devenir histórico: Neolítico, Bronce, Edad del Hierro, etc., en torno a las terrazas de los ríos Pisuerga y Burejo, dadas las enormes posibilidades que ofrecían para la caza, recolección, acopio de cobre procedente de las cercanas minas de Cervera de Pisuerga, no será hasta el S. III a.C. cuando podamos hablar de asentamientos casi fijos en nuestro espacio, momento en que los grupos celtas que habían penetrado desde la Galia hacia la mitad del S. V a.C se hallaban mezclados ya con la población precedente, momento también en que empezaron a surgir las primeras manifestaciones artísticas.

Es a partir de entonces cuando podemos hablar de la mítica Pisoraca, la ciudad indígena plenamente documentada en diversos documentos de época romana como miliarios de Herrera y Castrourdiales, pero no localizada en la actualidad, ya que las modernas teorías del grupo de arqueólogos del Instituto de Estudios Pisoraca que excavan la ciudad tienden a separarla del actual núcleo urbano, de época romana. Según estos expertos, y con ciertas prevenciones, la ciudad indígena de Pisoraca habría que localizarla en la confluencia de los ríos Burejo y Pisuerga, justo en el lugar donde hace años apareció la famosa tessera hospitalis.

Pisoraca, hidrónimo de raiz celta, sería entonces la ciudad indígena que encontraron los romanos a su llegada. Ahora bien, ¿quien eran los moradores de esta ciudad?. Si hacemos caso al geógrafo griego C. Ptolomeo, en su Geographia, obra escrita a mediados del S. II. d.C., Pisoraca sería la ciudad de los Turmogos. Dión Casio, historiador griego de los siglos II – III d.C., la cita como ciudad Cántabra, por lo que, siguiendo a los investigadores anteriormente mencionados, no sería descartable que Pisoraca hubiese estado bajo la influencia Cántabra hasta el S. III a. C., momento a partir del cual pasaría a estar bajo la órbita celtibérica de los Turmogos y Vacceos, remarcándose de nuevo el territorio de Herrera como punto de contacto entre la meseta y la cordillera cantábrica.

La presencia romana en estas tierras hay que fijarla en el contexto histórico de las guerras cántabras, la campaña militar que emprendió el imperio romano contra los pueblos cántabros, que en una de sus fases contó con la enigmática presencia del emperador Augusto, en torno a los años 27 – 26 a.C., quien plantó su centro de operaciones en Segisamo, la actual Sasamón. Es a partir de entonces cuando Pisoraca se convierte en centro neurálgico en el control que el ejército romano pasó a ejercer sobre los inestables pueblos cántabros, y es entonces cuando hay que fijar la fecha de fundación de la Herrera Romana, en las proximidades de la ciudad indígena de Pisoraca, pero no encima.

Los restos arqueológicos que a lo largo de más de quince años han ido exhumándose del subsuelo de la actual Herrera corresponden a una ciudad romana fundada por un asentamiento legionario plenamente identificado, la Legio IIII Macedónica, unidad militar que se encargaría del control de un amplio y estratégico entorno geográfico que conocemos gracias a los llamados términos augustales, mojones que delimitaban el área de influencia de cada legión. Estos hitos, unos veinte aproximadamente, marcan un espacio que estaría comprendido entre los núcleos de Iulobriga (Reinosa) en Cantabria y Segisama (Sasamón) en Burgos.

Los mojones mencionados citan frecuentemente a la Legio IIII, sin embargo no existió plena convicción científica de que la base de esa legión fue Herrera de Pisuerga hasta que no empezaron a aparecer los restos cerámicos de la producción de un humilde alfarero al servicio de la legión, L. Terentius, quien al sellar con su nombre y el de la legión su interesantísima producción sobre “terra sigillata” asoció definitivamente a Herrera con este cuerpo militar, originando de paso un auténtico caso insólito entre los alfareros estudiados por la arqueología.

La Legio IIII Macedónica estuvo en Herrera desde los años 20 – 15 a. C., hasta el 39 d. C, momento en que, una vez pacificada la zona, fue destinada al limes renano, donde. nuevamente se han encontrado restos de la producción de L. Terentius: en Oedemburg, (Alsacia), Weisenau y Mogontiacum (Maguncia). Su lugar fue ocupado por otras unidades menores que nuevamente la epigrafía sobre material cerámico nos ha dado a conocer: el Ala Parthorum primero y una Cohorte después, posiblemente la Cohorte Iª Gallica Equitata Civium Romanorum.

Esta presencia militar romana en Herrera a lo largo de todo el S. I d.C., no hace sino confirmar el carácter estratégico que el entorno tuvo a lo largo de toda la historia y que hoy día todavía conserva.

El asentamiento legionario de Herrera de Pisuerga dio origen a una gran ciudad que ha ido excavándose con dificultad al encontrarse los restos bajo el actual substrato urbano. No obstante, los resultados han sido extraordinarios y podemos afirmar que el actual estado de conocimientos sobre la Herrera Romana, otorgan a ésta la cualidad de ser punto ineludible de referencia en el selecto mundo de la arqueología militar romana, poniéndola al mismo nivel, en cuanto al estudio de sus materiales, de las famosísimos campamentos militares del Rhin: Oberaden, Haltern, Novaesium, etc.

La construcción de los campamentos militares romanos solía seguir unas pautas más o menos establecidas que luego eran adaptadas, o no, al terreno en cuestión. Los arqueólogos han podido delimitar un espacio campamental de unos 555 por 420m., con restos de una empalizada de madera y tierra en sus partes Norte y Este y dos posibles puertas al Sur y Este, de donde partirían las vías principalis y praetoria respectivamente. Fuera del recinto ha sido posible identificar la cannaba, al sur, en el margen derecho del río Burejo.

La llegada de los romanos no supuso el fin o aniquilamiento de la población indígena, que poco a poco se integraría en las pautas y modos de vida romanas. Nombres indígenas aparecen citados en el miliario de Nerón, y en la extraordinaria “tessera hospitalis”, lámina de bronce recortada en forma de jabalí que contiene en sus dos caras un pacto de hospitalidad entre la ciudad de los Maggavienses y Amparamus, de la ciudad de Cosabura. El pacto, escrito ya en latín, se redactó en el 14 d. C., y es muy posible que a la ceremonia asistiesen los responsables militares de la Legio IIII, que se constituyó así en garante de las relaciones entre los diversos pueblos indígenas de la zona.

La ciudad romana de Herrera debió al asentamiento de las unidades militares su riqueza y prosperidad a lo largo del S. I d.C., actividad que no parece decayó durante los Ss. II-III. En el S. IV se detecta una dispersión de la población hacía las zonas rurales próximas, valiéndonos de muestra la riqueza y esplendor de la Villa Romana de Villabermudo, cuyo magnífico mosaico de Diana se perdió en el S. XIX, al no ponerse de acuerdo la Comisión Provincial de Monumentos en cuanto a la mejor forma de trasladarlo a Palencia, algo totalmente impensable en nuestros días.

Lo que no perdió Herrera fue su carácter estratégico, hecho que también supo apreciar un nuevo pueblo invasor, hacia finales del S. V d.C., el visigodo. De la categoría e importancia que este pueblo otorgó a la zona de Herrera puede ser buena muestra la riqueza de su necrópolis, y el hecho de que a pesar de haber sido saqueada sistemáticamente durante más de 30 años por un desaprensivo anticuario burgalés, éste no pudo acabar con todo el yacimiento, quedando una parte intacta, que es la que pudo excavar el arqueólogo Martínez Santa Olalla en las campañas de 1931 y 1932. Fruto de ese expolio son las numerosas piezas que hoy día pueblan los museos de Berlín, Barcelona, Madrid, Palencia, etc. El asentamiento visigodo se localiza en la parte sur de la ciudad, en torno al mercado de ganados, Barrio de San Pedro y la ermita de Ntra. Señora de la Piedad, sector hacia el que habría ido basculando la población romana del S. IV d.c.

La presencia visigoda en Herrera no supondría un trauma para una población ya muy diseminada por las zonas rurales próximas, antes al contrario los visigodos pudieron convertirse en los defensores del territorio ante las nuevas incursiones cántabras por la zona, hecho que motivó la campaña de Leovigildo en Cantabria en el 574, aunque la ciudad nunca volvería a recuperar ni el esplendor ni la capacidad organizativa que tuvo en la época altoimperial romana.

Como una llama que se extingue, así finalizó la etapa más próspera de la historia de Herrera, tanto es así que llegó incluso a perder su nombre, pues nunca más volvió a llamarse Pisoraca, sino que en los documentos medievales después de la repoblación empezó a ser conocida como Ferrera.

EDIFICIOS DE INTERÉS

Herrera tiene un bonito y bien cuidado caserío civil por el que merece la pena pasear, a ser posible en día de mercado. El conjunto urbano fue declarado Bien de Interés Cultural en 1990.

1. Plaza Porticada. En el centro de esta bonita y entrañable plaza se encuentra una fuente de finales del S. XIX y en uno de sus extremos la llamada Puerta Nueva, construida en 1553 como reforma o ampliación de otra puerta anterior de la muralla medieval. Está coronada por el escudo del condestable de Castilla, D. Pedro Fernández de Velasco, III duque de Frías, quien da nombre al precioso mirador que se abre bajo el arco de la puerta. Desde este balcón merece la pena divisar la Peña Amaya en la lejanía, y a nuestros pies la maestría de los pocos hortelanos que todavía cultivan las famosas y tradicionales huertas de Herrera de Pisuerga.

2. Caserio de los Siglos XVII y XVIII. Herrera conserva en torno a la plaza un interesante conjunto de edificios civiles con buenos ejemplares construidos tanto en fábrica de piedra como de ladrillo, con una buena colección de escudos y blasones que identifican las servidumbres y dependencias de la localidad, así como su riqueza y prosperidad en la época en que fueron construidas.

3. Plaza de Toros. Construida en 1952 sobre los restos del primitivo castillo.

4. Canal de Castilla. S. XVIII. Centro de Interpretación. En las cercanías de la localidad, en el paraje conocido como Presa del Rey o Retención de San Andrés, se produce el encuentro del Canal con el Río Pisuerga, punto estratégico del mismo por cuanto requería una maniobra delicada para que las barcazas pudiesen salvar el cauce del río. En ese paraje nace también el Canal del Pisuerga, por lo que el punto se constituye en un interesante espacio donde observar la capacidad de transformación del medio que posee el hombre, rasgo que puede observarse en el moderno Centro de Interpretación del Canal de Castilla, desde el que parte un espectacular trayecto en barca entre la Retención de San Andrés y la exclusa sexta.

5. Aula de Arqueología. Para el que quiera enterarse al detalle de la composición y características de los cuerpos legionarios romanos de la época de la legio IIII Macedónica: número, equipamiento, organización, o le apetezca empuñar el gladium o sostener el pilum debe visitar el aula arqueológica instalado en las proximidades de la estación de autobuses.

6. Iglesia de Santa Ana, S. XV. En el centro de la ciudad, al lado de la plaza, presenta al exterior una excelente fábrica de cantería, con un espacio interior dividido en tres naves rematadas en bóveda de arista y paredes adornadas con retablos que pudieron resistir el Concilio Vaticano sin ir a parar al trastero.

7. Ermita de la Piedad. S. XVIII. De una sola nave, con espadaña a los pies. El interior de la iglesia alberga la imagen de Ntra. Señora de la Piedad, talla del S. XVI, patrona de la ciudad que celebra su día mayor el tercer domingo

FIESTAS

Festival Nacional de exaltación del Cangrejo de río. Se celebra el primer domingo de agosto, con desfile de carrozas, conciertos de música, jornadas de piragüismo, comida popular y quema de la falla del cangrejo; declarada Fiesta de Interés Turístico Regional. Hace ya más de 30 años, durante la celebración del I Festival del Cangrejo, se produjo una memorable guerra de sonetos entre dos amigos: Luis R. Salvador Merino, alcalde de Herrera de Pisuerga, y Agustín Martín del Olmo, secretario de la Asociación de la Prensa de Barcelona. La particularidad de estas “Justas poéticas”, estribó en que la rima de los sonetos sólo podía ser en: ajo-ejo-ijo-ojo-ujo, en honor, lógicamente, al cangrejo de río. Fueron más de 20 sonetos los que se lanzaron los dos caballeros, del SONETO II, extraemos los siguientes versos:

Quisiera yo incapaz buscar badajo con que tañir campana, más lo dejo; que cantarán mejor su salmo añejo los cangrejos del Bur o del lavajo.

Luis R. Salvador Merino. Herrera, Navidad 1972-1973.

A Agustín Martín del Olmo. Periodista, hermano y viejo amigo.

Virgen de la Piedad. Fiestas patronales de la localidad, el día grande suele ser el tercer domingo de septiembre.

Mercado romano. El brillante pasado romano de la ciudad da pie para organizar esta fiesta, que se compone de mercado, juegos en el circo (plaza de toros) y cena popular romana. Se celebra a finales de agosto.

Semana Santa. Sin faltar las procesiones con imágenes y pasos, estas fiestas esconden un cariz eminentemente lúdico, pues las noches del Jueves y Viernes Santo se juega a las tradicionales “Chapas”. Ojo, llevar dinero.

San Zenón. Feria agrícola y mercado. Se celebra el segundo miércoles de julio.

Santa Ana. 26 de julio.

 

DATOS ESTADÍSTICOS

 Información estadística del municipio